El único alimento capaz de saciar las ansias del corazón

"Es especialmente urgente que cuidemos nuestra personal formación y que nos lancemos a una siembra abundante de doctrina en todos los ambientes", escribe Mons. Álvaro del Portillo.

Mons. Álvaro del Portillo conversa con un grupo de mujeres (20 de abril de 1984)

“En los momentos actuales (…) una profunda ignorancia religiosa impera sobre millones de almas, fuera y dentro de la Iglesia. Quizá muchos se sentirían ofendidos ante esta afirmación, que desgraciadamente es real. Hijos: no miremos jamás como desde arriba a ninguno: porque, aparte de que en esas o parecidas circunstancias nos encontraríamos también nosotros, si el Señor no nos hubiera buscado, resulta evidente que cada uno puede y debe ahondar en las riquezas de Dios. Por eso es especialmente urgente que cuidemos nuestra personal formación y que nos lancemos a una siembra abundante de doctrina en todos los ambientes.

(…) Ahora, muchedumbres de hombres y mujeres se debaten en la duda, se hallan inmersos en la ignorancia, se interrogan angustiosamente acerca del sentido y fin de su existencia, y esperan el alimento de la Verdad, el único capaz de saciar las ansias de su corazón.

(…) En esta tarea, Jesucristo quiere contar con nuestra colaboración. Meditemos bien estas palabras, porque nos obligan a una correspondencia más fina; de otro modo, estaríamos respondiendo al Señor que Él quiere, pero nosotros no queremos (Cfr. Camino, n. 761). A cada uno nos dirige el mismo mandato que a los Apóstoles, antes de la multiplicación de los panes y los peces: dadles vosotros de comer (Lc 9, 13). Al escuchar este divino encargo, ¿no experimentáis una fuerte sacudida interior? El hambre de doctrina que aflige a tantas personas, con las que a diario os encontráis en todas partes, no puede resultarnos indiferente. Yo pido a Jesús que todos (…) aumentemos nuestro sentido de responsabilidad, y que nos esforcemos para que rindan más y mejor los talentos que Él nos ha confiado, entre los que se encuentra la formación doctrinal-religiosa.

(…) Querría que cada uno, en un examen sincero, se interrogase sobre su asistencia a los medios de formación (…): si los recibe con puntualidad, si pone toda la atención de que es capaz, si abre su alma a la luz que el Señor le ofrece, si aumenta su interés por secundar la gracia que de ahí le llega…

(…) Una de las manifestaciones de ese sentido de responsabilidad, sobre todo en las temporadas de descanso o de vacaciones, se concreta en mejorar la formación cultural y religiosa mediante la lectura, pidiendo el asesoramiento necesario para leer libros realmente útiles, sin perder el tiempo con lecturas anodinas o frívolas, o –lo que sería más grave- con libros que puedan causar un daño al alma.” (Carta, 1-VII-1989, III, n. 31-33)