Una iniciativa familiar en favor de los sacerdotes

Una familia hondureña celebra su aniversario de bodas renovando sus votos con un gesto de amor hacia los sacerdotes. María Alicia Álvarez y su familia coordinaron una cena especial de Nochebuena para ocho sacerdotes, demostrando que la solidaridad familiar puede iluminar las vidas de quienes sirven a los demás

Soy María Alicia Álvarez, hondureña, casada con Tato Saybe, este mes celebramos nuestro 20 aniversario con la renovación de nuestros votos matrimoniales. Hemos sido bendecidos con dos hijos Juan Miguel, de 14 años, y María Alicia, de once.

Nos pusimos a pensar que los sacerdotes trabajan mucho -y hasta tarde-, la noche de Navidad, y que podría ser una buena idea regalarles una cena especial para esa ocasión.

Quisiera contar sobre la iniciativa familiar que tuvimos el año pasado y que a cada uno nos sirvió mucho, pues nos permitió pensar más en los demás. Una tarde a inicios de diciembre, mientras almorzábamos, hablamos sobre qué obra de misericordia quería hacer cada uno por el tiempo de Navidad. Mi hijo, Juan Miguel, y yo decidimos hacer algo juntos. Nos pusimos a pensar que los sacerdotes trabajan mucho -y hasta tarde-, la noche de Navidad, y que podría ser una buena idea regalarles una cena especial para esa ocasión.

Hablamos con el padre Carlos Luis Páez, capellán de la escuela a la que asiste Juan Miguel, para que nos diera una lista de sacerdotes diocesanos amigos suyos que pudieran necesitar que les regalásemos la cena de Nochebuena. Unos días después, nos llamó para comunicarnos que ya había identificado a ocho sacerdotes de parroquias en Tegucigalpa, que podrían estar muy contentos de recibir una cena ese día.

Así que nos pusimos manos a la obra. Nos dividimos el trabajo, yo me encargaría de la comida y Juan Miguel de contactar a los sacerdotes y conseguir donativos de amigos. Nuestra familia tiene un restaurante y decidimos hacer allí el centro de operaciones de nuestra pequeña empresa.

Juan Miguel se tomó muy en serio su proyecto y coordinó a los sacerdotes que podían recoger la comida, así como las entregas a aquellos que no podían desplazarse. También consiguió varios donativos con amigos de la familia y donó sus ahorros para cubrir los gastos.

El 24 de diciembre, por la tarde, comenzaron a llegar poco a poco los sacerdotes al restaurante. Nos conmovió que cada uno llevaba un pequeño regalo, una imagen de la Virgen o de San José, un rompopo hecho en la parroquia o una torta de pan dulce. Juan Miguel los atendía y les llevaba su comida al carro. Al terminar las entregas, nos desplazamos a tres parroquias para dejar allí algunas cenas.

Animados también por las enseñanzas de San Josemaría, que amaba tanto a los sacerdotes diocesanos y se preocupaba por la soledad y pobreza que muchas veces pasan, realizamos esta pequeña obra de solidaridad que esperamos poder repetir cada año.